CARMINA O LAS VOCES BAJO TIERRA /3/
Rebusco
migajas entre mis notas, en mis cuadernos, esa es la vida del escritor, como la del mendigo,
removiendo los montones de basura con un palo en busca de algo que pueda
resultar útil precisamente debido a su inutilidad para todo lo que represente
un uso práctico. La poesía debe huir del uso normal de las cosas como de la
misma peste. En general, la poesía debe huir del uso. La poesía debe huir. La
palabra uso debería ser desterrada de
todos los vocabularios. Lo que uno extrae finalmente después de semanas o de
meses de búsqueda agotadora entre la montaña de estiércol de la propia
escritura suele ser un fragmento diminuto de algo, de algo que ha brillado
significativamente cuando, al levantar el palo acabado en una punta de clavo
para observar el resultado de la pesca, al contemplar al sol de la tarde aquella
pequeña pieza opaca y de apariencia roma, desgastada, de pronto, zas, ha
fulgurado, ha lanzado un destello, revelándose en ese momento como la fracción
única e irrepetible, el minúsculo vaso sanguíneo que le faltaba a nuestro
corazón para latir, para ser, para por fin vivir como poema, sístole diástole,
luz y sombra y nuevamente luz, arrojado así en alocada carrera, como todo lo
que ama y vive, hacia la muerte. / Las voces de personas tan amables, que en
tono neutro y discreto van anunciando las distintas paradas, y determinadas
advertencias de seguridad: al entrar y
salir tengan cuidado en no introducir... Hermoso fondo sonoro para una
mañana de verano en la ciudad. / Es la tercera vez que coincido con ella.
Parece que tenga las piernas siempre sucias pero es por el entramado de venas
azules que recorren sus muslos y pantorrillas. Otras mujeres ocultarían esa
maraña vascular pero ella muestra sus
piernas orgullosa, como si llevara
tatuado el intrincado itinerario de un posible viaje hacia lo desconocido. Huyo
deliberadamente de esa aventura, mis ojos inician el pueril examen de la pantalla
pringosa del teléfono en busca de un mensaje que no llega, o que lo hace desde
una dirección equivocada: mírame las piernas, idiota, y no la jodida pantalla... / Es maravilloso caminar mientras los otros corren. Es maravilloso susurrar
“fuego” mientras los otros gritan. En lo más profundo de nuestras conciencias. Carmina,
y tú asomándote pánica desde el otro extremo de la vida para penetrar como un
soplo en uno mismo. Tú eres el dolor azul en mi pecho, el relámpago blanco que
ha iluminado en un segundo perpetuo esta habitación rescatada de la infancia.
Murmuro “fuego” y caigo dormido en tu regazo. / No tengo dinero no tengo comer,
en su cara negra tiemblan ojos ardientes y extraviados. Las manos cuelgan en el
aire misterioso y transparente del vagón, agitadas como trapos sin vida ante la
indiferencia del gentío. Muchas gracias por favor. Muchas gracias por favor.
Atención, estación en curva, advierte esta vez con marcada frialdad la voz del
familiar ángel custodio mientras las manos de tela se alejan colgando,
revoloteando muertas. No tengo dinero no tengo comer. Mira uno su reflejo en el
cristal al emerger boqueando del túnel y se descubre solo y negro, los ojos
brillan como brasas, sin embargo, y las manos se zarandean cómicamente al
buscar la manilla para abrir la puerta. “Fuego”, ha murmurado alguien al pasar
junto a mí, Carmina, he sentido tu presencia al poner un pie
titubeante en el andén, entonces todo se ha incendiado… tengan cuidado, cuidado
en no introducir… Metro de Madrid informa… disculpen las molestias. / Disfruten
las molestias. Su pelo castaño rozándome el brazo. Su aliento dibujando algo,
un símbolo volcánico en mi mejilla, ese aliento que sería de color violáceo si
mis ojos tuvieran la capacidad de ver, si mi nariz tuviera la capacidad de oler
ese aliento exhalaría una nota larga y ácida, violenta, si mi piel pudiera
sentir ese aliento escocería, punzante, como lo hacen las heridas abiertas por
las uñas en la piel. Tengan cuidado, cuidado en no introducir. Próxima
estación…/
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