CARMINA O LAS VOCES BAJO TIERRA /3/



Antonio Santamaría Solís

Rebusco migajas entre mis notas, en mis cuadernos, esa es la vida del escritor, como la del mendigo, removiendo los montones de basura con un palo en busca de algo que pueda resultar útil precisamente debido a su inutilidad para todo lo que represente un uso práctico. La poesía debe huir del uso normal de las cosas como de la misma peste. En general, la poesía debe huir del uso. La poesía debe huir.  La palabra uso debería ser desterrada de todos los vocabularios. Lo que uno extrae finalmente después de semanas o de meses de búsqueda agotadora entre la montaña de estiércol de la propia escritura suele ser un fragmento diminuto de algo, de algo que ha brillado significativamente cuando, al levantar el palo acabado en una punta de clavo para observar el resultado de la pesca, al contemplar al sol de la tarde aquella pequeña pieza opaca y de apariencia roma, desgastada, de pronto, zas, ha fulgurado, ha lanzado un destello, revelándose en ese momento como la fracción única e irrepetible, el minúsculo vaso sanguíneo que le faltaba a nuestro corazón para latir, para ser, para por fin vivir como poema, sístole diástole, luz y sombra y nuevamente luz, arrojado así en alocada carrera, como todo lo que ama y vive, hacia la muerte. / Las voces de personas tan amables, que en tono neutro y discreto van anunciando las distintas paradas, y determinadas advertencias de seguridad: al entrar y salir tengan cuidado en no introducir... Hermoso fondo sonoro para una mañana de verano en la ciudad. / Es la tercera vez que coincido con ella. Parece que tenga las piernas siempre sucias pero es por el entramado de venas azules que recorren sus muslos y pantorrillas. Otras mujeres ocultarían esa maraña vascular pero ella  muestra sus piernas orgullosa, como si  llevara tatuado el intrincado itinerario de un posible viaje hacia lo desconocido. Huyo deliberadamente de esa aventura, mis ojos inician el pueril examen de la pantalla pringosa del teléfono en busca de un mensaje que no llega, o que lo hace desde una dirección equivocada: mírame las piernas, idiota, y no la jodida pantalla... / Es maravilloso caminar mientras los otros corren. Es maravilloso susurrar “fuego” mientras los otros gritan. En lo más profundo de nuestras conciencias. Carmina, y tú asomándote pánica desde el otro extremo de la vida para penetrar como un soplo en uno mismo. Tú eres el dolor azul en mi pecho, el relámpago blanco que ha iluminado en un segundo perpetuo esta habitación rescatada de la infancia. Murmuro “fuego” y caigo dormido en tu regazo. / No tengo dinero no tengo comer, en su cara negra tiemblan ojos ardientes y extraviados. Las manos cuelgan en el aire misterioso y transparente del vagón, agitadas como trapos sin vida ante la indiferencia del gentío. Muchas gracias por favor. Muchas gracias por favor. Atención, estación en curva, advierte esta vez con marcada frialdad la voz del familiar ángel custodio mientras las manos de tela se alejan colgando, revoloteando muertas. No tengo dinero no tengo comer. Mira uno su reflejo en el cristal al emerger boqueando del túnel y se descubre solo y negro, los ojos brillan como brasas, sin embargo, y las manos se zarandean cómicamente al buscar la manilla para abrir la puerta. “Fuego”, ha murmurado alguien al pasar junto a mí, Carmina, he sentido tu presencia al poner un pie titubeante en el andén, entonces todo se ha incendiado… tengan cuidado, cuidado en no introducir… Metro de Madrid informa… disculpen las molestias. / Disfruten las molestias. Su pelo castaño rozándome el brazo. Su aliento dibujando algo, un símbolo volcánico en mi mejilla, ese aliento que sería de color violáceo si mis ojos tuvieran la capacidad de ver, si mi nariz tuviera la capacidad de oler ese aliento exhalaría una nota larga y ácida, violenta, si mi piel pudiera sentir ese aliento escocería, punzante, como lo hacen las heridas abiertas por las uñas en la piel. Tengan cuidado, cuidado en no introducir. Próxima estación…/ 

Comentarios

Entradas populares