CARMINA O LAS VOCES BAJO TIERRA /7/
Antonio Santamaría Solís
La vida, esa mortaja descolorida, exangüe. A Ene desde la Fractura ha dicho que debemos celebrar las cicatrices, pues ellas expresan la muerte que hemos logrado superar. Es hermoso aunque parezca reaccionario pensar que la cicatriz que cubre la herida significa la superación del mal, curación, renacimiento, encarnación en fin en un ser nuevo. Pero la misma sonrosada cicatriz es en sí un ser autónomo, reconstituido, y los recién nacidos rompen a llorar para desplegar los pulmones y empezar la travesía cuando son arrojados desde el caldo amniótico a la luz, la ferocidad que desde el primer instante lo devora todo. Todo. / He visto al diablo, continuaría inmisericorde
el texto del relato, he visto al diablo en la nebulosa de los bares de Atocha.
La cicatriz zigzaguea enroscándose brazo arriba en dirección a la garganta, o a
los labios. El fantasma se presenta, una vez más: Camus era un fascista tironeando de la pernera izquierda del
pantalón donde hace un instante he derramado mi cerveza, Camus era un fascista agarrándome del cuello de la camisa obligándome
a encarar la barra de brillo inoxidable para asomarme a unos ojos ajenos a los
míos, Camus era un fascista golpeándome
el pecho con su pezuña de borracho empujándome hacia atrás, incendiando con su
aliento de desenterrado la servilleta zigzag sobre la que mi crónica intenta
abrirse paso. Camus era... el derecho
a amar sin medida. El exorcismo una vez más ha funcionado, algo de lo que de
forma casi inmediata y sin saber por qué ya me arrepiento, amargamente solo en
el atestado campo de batalla del bar. De repente echo de menos el infierno. /
Arrítmicas noches de otoño, el verano continúa pegado a la suela de mis
zapatos, detritus y servilletas y cáscaras de gamba de los bares de la juventud,
Madrid muerta e irrepetible. Pienso en Virgilio cada vez que desciendo los
peldaños camino de las letrinas de los bares de la vieja ciudad, por lo demás
ya extinta. Un camino que en ocasiones no conocía retorno, perdida gente. / Carmina, adelante, siempre adelante: recuerdo
esa frase insólita pendiendo de tus labios, pálidas nubes desteñidas y carnosas
que articulaban palabras con una debilidad ebria, extravagante, en aquellos
últimos días. Ya herida de muerte caminabas aún entre nosotros, aunque
alejándote de forma irremediable. Tu rostro se fugaba tras el hueco de una
puerta que se cierra, huyendo arrastrado por el miedo abominable hacia el fondo
de la pantalla donde todo es negro para siempre. Mis manos intentaron penetrar
en el cristal, puedo jurarlo, cuando el operario sordo y ciego cerró la tapa alejándote
de golpe de la luz. Una frase terrible, un pensamiento, una oración, el hecho
irrevocable caído de pronto sobre ti, de forma brutal sobre nuestras
conciencias mudado tu calor en recuerdo en fuga. ¿Quién has sido en realidad,
Carmina? Ignoro todo sobre ti. /
Gracias....un regalo
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