LOS DÍAS /2/





día ocho
El dolor de los otros se endurece dentro de ti como sangre coagulada. Mares de lava a tu alrededor, la lengua negra del volcán te busca, una y otra vez te alcanza. Su dolor os ha distanciado. Es difícil no perecer mientras dura la espera, ese tiempo vacío. De golpe te has dado cuenta de que el dolor enmudece. Cuánto silencio dentro de ti, qué silencio atroz en el sopor de sus gestos, sus intentos fallidos, esa mirada que ya no es capaz de encontrarte / Verdaderamente, el dolor enmudece. Ese tiempo de espera es tiempo vacío. Si esto fuera un mar auténtico las olas golpearían la playa, el agua acariciaría tus pies, dejándolos salados, y luego vendría él para besarlos. Como antes pasaba. Pero aquí el mar es piedra negra erizada de tabaiba, tiempo enfermo, detenido, una extensión vieja y estéril como su piel. Pronto tu cuerpo también será otra playa seca y cuarteada / Mientras tanto esperas, aguardas a que él regrese, a que sea capaz de regresar y salir a la luz, la luz blanca que lo define todo como lo que es, un presente espectral asomado al borde de la consumación que nunca llega / La enfermedad os ha distanciado. Su dolor es en ti tierra de nadie, espacio fronterizo donde una multitud de huellas se confunde. La frontera es eso, una franja muerta, sin nombre, entre el mar y una carretera polvorienta /





día nueve
Las palmeras mudan de piel como las serpientes. Base de huevo duro cortado como una flor, historia de una transformación. Todo nace plegado y se va abriendo poco a poco, suelta agua, jugo amniótico, se va secando, se endurece. Al principio esa firmeza aparenta flexibilidad, luego la mutación continúa, la mutación no se detiene, la flexibilidad adolescente se convierte en tirantez adulta, resistencia, rigidez, acartonamiento. Esclerosis progresiva que se traduce en entumecimiento, letargo y paralización definitiva, lo que conocemos como muerte / Base-de-huevo-duro-cortado-como-una-flor: ori kami: pliegues de tiempo, papel liso, fruncido, plisado o  rizado. Paso número nueve: nacimiento, infancia, adolescencia, edad adulta, senectud, muerte. Nacimiento. / En el caso del dodecaedro, las personas que quieren hacerlo todo deprisa pueden copiar este dibujo y plegar el papel a partir de la copia hecha / Metamorfosis. En una conversación las palabras y las frases también se despliegan lentamente partiendo de un germen oculto que bien pudiera estar en el silencio, en una conversación previa, en una mirada, la lectura de un libro o un cartel publicitario, una experiencia curiosa, sensaciones de frío o calor, en la inminencia del éxtasis o en alguna duda o certeza que se quiera hacer desplegar ante una audiencia que consideramos adecuada para presenciar dicha transformación /





día diez
Anécdota. Miradas que se cruzan sobre la mesa de la terraza del bar. Arena en los ojos, brazos tatuados  Ruddyturnstone pide otra cerveza con gesto dramático. Los perros deben ir atados por la playa, Greyplover, le hace notar a su colega, rubicundo como él, son lugares públicos Ruddy, dice el aludido, sitios llenos de niños y de gente mayor, un perro suelto no tiene cabida entre los niños que juegan en la playa… (Inicio de un coloquio promovido por la resaca entre dos seres idiotizados por el futbol y el alcohol, y que solo la ingesta progresiva de más futbol y más alcohol puede desplegar de forma adecuada ramificándolo en más y más observaciones, puntos de vista y recomendaciones de  carácter extemporáneo a otros clientes prolongándolo hasta altas horas de la madrugada en los pubs del  shopping center repartidos a lo largo de la conocida como avenidadelasplayas) /  





día once
La frontera es eso, una franja muerta y sin nombre entre el mar y tu  conciencia, tierra de nadie donde las palmeras mudan de piel como las serpientes. Qué difícil es no hacer nada, detenerse a tiempo, quedarse quieta sin dar el paso, sin posar  siquiera la punta del pie sobre las primeras arenas de la superficie tersa y exenta del papel. Sabes que la huella mínima de un dedo abre una cicatriz imborrable, que ninguna lluvia puede barrer el titubeo de un espíritu cegado por la pedantería de ese momento. Hacer es mucho, demasiado, no actuar es tan difícil, obligarse y saltar afuera, dejar el papel en blanco, no, apenas arañado, acariciado apenas por la hoja de palma que toma el lugar del pincel, casi comenzado a caminar el papel, todavía virgen y extraño, porque en esa extrañeza radica la belleza de lo que vendrá. / Si te metieras en el mar despacio, lentamente pero con determinación, pisando el limo del fondo, caminando como por el campo, distraído, hasta que el agua te llegase a la cintura. Deteniéndote entonces un momento para mirar alrededor, y advertir así que no hay nadie más que tú dentro del agua, que no hay nadie más que tú en toda la playa, que estás solo, te encuentras completamente solo mientras te adentras despacio –otra vez, sin darte cuenta, has empezado a caminar- en ese inmenso cuerpo vivo que, lo vas notando, se hincha y se levanta más y más para recibirte, casi se podría decir –eso podrías tú pensar- que te acaricia, te acaricia ahora el pecho, presionándote un poco, casi advirtiéndote –pero de qué, de qué te tendrá que prevenir el mar- retirándose ahora para regresar de pronto y subir un poco más con sus espumas, salpicarte ya el cuello, la barbilla. Es en ese momento, con los pies aún tocando el fondo suave y ondulado, cuando otra vez te detienes como reclamado por una voz que te hace girar la cabeza, todo tu cuerpo se vuelve para mirar hacia la costa, lo que hasta hace un instante has conocido como playa, y comprobar con cierto asombro que tus ropas siguen allí, en el lugar donde las dejaste, nadie las ha robado pues, sencillamente, no hay nadie en ningún lugar. Tus botas, la toalla azul, la bicicleta en la que llegaste y que has dejado tumbada sobre la arena… todo sigue como si el mundo se hubiera detenido a tus espaldas. Y eso te tranquiliza. Eso quiere decir, te podría parecer, que aún tienes un lugar al que volver, un motivo, una razón para regresar. Aunque solo sea para devolver la maldita bicicleta que te han prestado en el hotel. Solo que al girarte de nuevo para mirar de frente el mar, el mar iluminado por el sol,  el mar animal, el mar geografía, región salvaje que comunica misteriosamente tu ser desnudo con la nada, el mar cuerpo inmenso en el que sin saberlo te encuentras medio devorado; al mirarlo con la sinceridad del moribundo te hallas, es así, ante la inexistencia infinita y azul que, ya no valen más pretextos, más dilaciones, hoy te reclama / 





día doce
Cuerda cortada, deshilachada, un lugar para la inexistencia esta isla de lava negra, este malpaís afortunado. Luna llena, mañana, hoy los alisios han soplado de manera muy hermosa, evocadora de cosas no vividas, agitando locamente la melena de las palmeras. Todo parecía próximo y posible. / Luna casi llena, los sonámbulos recorren los pasillos de esta casa abierta, laberinto de senderos empedrados entre una vegetación insólita. Sombras. Una flota espectral maniobrando a bordo de los veloces scooter ortopédicos. Bajo la última luz del crepúsculo uno de esos vehículos yace abandonado en medio del camino. Más allá, sobre la gravilla negra y bajo las palmeras que bordean el elevado sendero dos cuerpos rotundos y pesados luchan por enderezarse y salir de nuevo a la luz del sendero, a cualquier luz. Una figura enorme, achaparrada, con la cara pegada al suelo y enredada en vómitos, la otra parece su sombra, su conciencia,  una versión menos borracha que ofrece al aire la posible explicación de la enigmática escena:  too-much-alcohol-too-much-toomuch… /    
                           




día trece
Arquitectura, la geometría que ayuda a superar procesos, a integrar, a disfrutar del hecho de vivir día a día. Una figura que se construye con tres diferentes papeles… eso es algo que no todas las tendencias del origami ven como… algunos lo ven como si se tratase de una “muleta”, porque según ellos lo que no se puede realizar con una sola pieza… Sin embargo a pesar de esa objeción por parte de los puristas nosotros vamos a aceptar esas limitaciones, pues si añadiendo dos papeles más se puede llegar a una complejidad superior… Esta idea aquí me está resultando muy útil porque este lugar posee, por un lado, una gran sencillez, y al mismo tiempo esa enorme complejidad, la arquitectura del origami, crecimiento, desarrollo, armonía… Con esos tres papeles llegas a construir una especie de módulo, un módulo complejo, como si fuera una “cueva”. Lo más hermoso, lo más interesante de todo esto es que el hombre se pasa el tiempo haciendo estas cosas para luego “simplemente” deleitarse, cambiarlas de forma, de color, de significado…/ Las formas y su mundo simbólico se despliegan en el espacio ante nuestros ojos: una conversación interrumpida por la acción del viento. El hombre gesticula, argumentando, apenas cinco o seis metros más allá de donde se encuentra la mujer. Levanta la pala en el aire, señalando algo con la otra mano, que se lleva repetidamente a la altura del pecho, golpeándolo, luego a la cara, a la frente como si se secase el sudor. Pero la mujer, que ve por vez primera a ese hombre no puede oír una palabra, al menos ninguna palabra completa, a veces el inicio, a veces el final, nunca la palabra en su articulación completa: cui…pla…lor…cía…vien…tra…jo…cui…ten…so… Mientras tanto otra mujer acaba de cruzar la calle incorporándose oblicuamente a la escena. Saluda al hombre, peón jardinero, que mueve con energía la pala en el aire imitando el movimiento que normalmente realiza cuando trabaja. Sigue expresándose, incluyendo ahora en la acción a sus dos aparentes interlocutoras. Luego sonríe y se lleva los dedos corazón e índice a la sien derecha como una suerte de saludo, satisfecho con la rotundidad de su discurso. Después da media vuelta y se pierde calle abajo entre los remolinos de arena que el viento arranca a la playa. La mujer ha sonreído, estática, durante todo el tiempo como muestra de respeto y simpatía, pero todo lo que permanece en ella es la estructura incompleta de un andamio sacudido por la fuerza de vientos contrarios. Una figura construida con tres diferentes papeles puede, es evidente, alcanzar un grado de complejidad mucho mayor/ 








     
  


día catorce
el amor existe, el amor existe / tan desmemoriado como tu mano acogida como un pajarillo / en la mía, y la muerte imposible de recordar, / imposible de recordar cómo una vida / inalienable … la nochechristensen me permitió asistir al cambio de tiempo que ha traído la luna con el viento soplando del norte hasta la llegada de las primeras luces. Día nublado y perfecto, he pedaleado hasta la playa para meter los pies en el agua y sentir cómo se hunden los tobillos en el limo. En la curvadelosturistasmuertos tuve que arrojarme a la cuneta un par de veces para esquivar a los suicidas, estoy determinado a no ser cómplice de las muertes de los adictos al teléfono inteligente. Verdad que allí los de tonyryan vuelan tan bajo como esas mentes sencillas, que deben quedar fascinadas por el estruendo-fulgor blanquiazul del fuselaje así como por el penetrante olor sexual del queroseno, lo que les lleva a caer en un estado literalmente extático / inalienable, tan fácilmente como un movimiento químico / sobre hierba cola de perro y palomas bravías, todo / se pierde, desaparece, imposible recordar que desaparecen multitudes de personas desarraigadas, rebaños de … / en la playa olía a marihuana, en lugar del olor a sílice negro, a hueso de jibia, a salitre y yodo era el humo azul invisible de la marihuana lo que me producía una sensación de desagrado inmensa, pocas veces he odiado tanto un olor que antes amaba, la mierda de perro nunca la  he amado y es por eso que no tiene importancia odiarla ahora pero la marihuana sí, la marihuana formaba parte de mi adolescencia  y la he amado entregándome a ella como lo hacen los niños que despiertan a la vida, corriendo el riesgo enorme de dejarlo todo en el amor. Por eso hoy me ha repugnado, me ha asqueado el olor de la hierba que había olvidado como parte del proceso natural de la desmemoria, del crecimiento, de la evolución que fulmina y paraliza,  porque hoy ha vuelto de pronto para invadir la edad adulta. He mirado a mi alrededor pero no he visto a nadie, nadie en centenares de metros, solo a lo lejos en la carretera arrasada por la arena continuaban fotografiándose los turistas. Luego un golpe de viento ha borrado la fumarada del recuerdo / animales domésticos y perros que andan por ahí; / tomates, olivas desaparecen, las mujeres / morenas que las cosechan se marchitan, desaparecen, / mientras de la tierra se levanta polvo de náuseas, / un polvo de hojas y bayas, y capullos de flores de las matas de alcaparras / que nunca serán recolectados, conservados en sal / y consumidos; pero antes de que desaparezcan, antes de que… / he caminado, he caminado arriba y abajo, desconcertado, no sabiendo si perseguir los pies desnudos del joven que corre hacia las olas agitando su bañador sobre la cabeza o quedarme aquí, en el lado que ahora corresponde a cierta maldita sensatez, también oscuramente hermosa por lo desarraigada, por lo desengañada, comienzos de artrosis y de tristeza incurable / desaparezcamos, una noche sentados a la mesa / con un poco de pan, un par de peces sin tumores y agua / que con buen criterio ha sido transformada en agua, de repente / atraviesa la habitación uno de los miles de senderos / de guerra históricos, te levantas, las fronteras, / existen las fronteras, las calles, el olvido / en todas partes, pero tu escondite no se acerca… /
(En cursiva fragmentos de Alfabet, de Inger Christensen en la traducción de Francisco J. Uriz, poesía sextopiso)





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