El animal
El animal vive áspero. Ignorante, te acercas y penetras en un
mundo separado donde la proximidad es imposible. Puedes extender una mano fría
para acariciar la cabeza de un perro, también penetrar en el monte salvaje y
observar los ritos de las fieras como una sombra que mira callada,
circunspecta, con asco y con respeto. Sucede cualquier mañana, mientras
caminas. Se congregan decenas dibujando círculos en el cielo, van llegando de
lejos, llamándose unos a otros en silencio. Alzas la mirada y el único sonido
es el de la lengua que no habla, las alas muy cerca, agitando el aire sobre tu
cabeza. Gritos roncos, miradas ambarinas de extrañamiento. El olor de la
carroña, lejos de ser insoportable, resulta curiosamente familiar.
Lipara Lucens
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