PALABRA, VOZ
Mírala,
intenta inútilmente pasar inadvertida, se aprieta contra el muro, fragmento de
una vida errante, fugaz, como si abrazara la pared para confundirse en ella,
zafarse de este enero brutal, inevitable, doméstica como una mosca yerta, allí
aplastada, esperando en vano ocultarse a los ojos de la muerte, pretendiendo la
invisibilidad igual que el niño arrojado fuera del lecho de la madre en la más
honda de las pesadillas. / Y, sin embargo. / El lenguaje paso a paso se
aproxima, deforme el cuerpo, desfigurado, arrastrando las patas, revoloteando a
ratos, moscarda azul de la carroña. / Es el frío, que ha tomado el semblante de
la sombra y se le acerca, disfrazado de algo parecido a ella misma para
ceñirla, estrecharla, traducirla entre sus brazos a una lengua muerta. / Es el
frío. / Y, sin embargo. / El lenguaje no puede seducir, no seduce con sus dedos
gélidos, los ojos velados, el aliento ciego, rancio, colgando como baba de los
labios. Necio, no es amante si no que fuerza la palabra para llevarla hacia sí,
estrujarla contra el pecho y violentarla. Hacer de su cuerpo un paisaje
aterido, pisoteada la nieve hasta donde la vista alcanza. /
El
cuerpo, también, como un papel en blanco. / La ansiedad, primero, luego el
miedo, después el cansancio, el aburrimiento, rabia, de nuevo ansiedad,
cansancio, miedo, rabia, aburrimiento, girando siempre alrededor de ese cuerpo
vacío y blanco del papel, centrífugos la rabia, el miedo, el cansancio, la
ansiedad provocada por el vértigo al girar en torno al eje invisible de lo aún
no escrito, ebriedad, ebriedad, ebriedad, primero fue el cansancio y después el
miedo, o la rabia que genera como un tumor seco el aburrimiento, el miedo, el
vértigo de asomarse a esa nada tersa que aguarda una primera huella, el sonido áspero
y apagado del primer sustantivo, voz, y otra pisada, voz, y una tercera como
nieve que cubre a las anteriores con presteza, voz, palabra, voz, una alternancia
de pesadas botas que taladran con impiedad un texto, palabra, voz, palabra,
voz, palabra que tapiza, cubriendo de nuevo lo escrito a taconazos, rabia,
miedo, cansancio, pisando, aplastando, tropezando se escribe lo que el vértigo
en su giro incesante ha invocado desde la nada, precisamente para mancillar la
nada, un texto condenado de forma terminante al deshielo, la disolución, el
barro. Un texto que, ebriedad, en cualquier caso, es ahora de nuevo cubierto
por la nieve. /
Texto e imagen: Antonio Santamaría Solís
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