epístola fantasma
Querida amiga:
por fin quedaron atrás los días de
penumbra y el sol apareció con la fuerza de un resucitado arrancándose la
mortaja de nubes sucias, entibiando un paisaje recién nacido donde todo se
asombra de tener de nuevo aliento y calor, otros colores más allá del negro y un
olor distinto al de la turba dulce y los troncos descompuestos
por mi parte me he desprendido, junto
con el mal tiempo, de la idea absurda de que este retiro estaba poblado de
fantasmas, y he recuperado una voz propia, alejada del grito nocturno de la
lechuza y de las tristes campanas de aquella torre de mi imaginación, velada
por la niebla. Ahora me atrevo a mirar en torno mío, y vuelvo a sentir placer ante
la vida que palpita en cada rayo de luz, en cada hebra de hierba, en la lustrosa piel de
los rebaños que se apacientan ajenos al mal sueño de los mataderos
antes, entre la bruma de aquellas
semanas grises, me sentía dividido, o duplicado, como dos seres fantasmales en
una sola, tímida, atemorizada conciencia. Mis hemisferios discutían
entre sí encarnizadamente, atormentándome, circunstancia que ahora, bajo el sol
rotundo del mediodía me parece casi cómica, patética, efectivamente superada
en fin, bajo la luz del sol descubro,
querida amiga, que los temibles fantasmas han mudado en potencias de mi propio
espíritu y que el paisaje, antes una cicatriz agria que me separaba de mí
mismo, es ahora una piel suave y dilatada que crece extendiéndose desde el
hueco de mis manos hacia un horizonte inextinguible e infinito
hacia la nada
Texto e imágenes: Antonio Santamaría Solís
Es un misterio nuestro deambular, nuestros tropiezos, la niebla de nuestras miradas, las manos un poco sucias, un poco cortadas, tanta torpeza, tanta dureza en el corazón más oscuro de las estaciones...
ResponderEliminarEn algún momento, a veces, este aleteo que nos aligera, cambia nuestras aristas, y ya es compasiva luz, y brisa y risa...