NADA ME UNÍA AL SUELO
No
hacía preguntas. De vez en cuando cambiaba de lugar.
Nada me unía al suelo. Iba
de un lugar a otro pero los lugares
no tenían nombre. Las personas no tenían
nombre.
Yo no tenía nombre. Poco a poco dejé de ver. No preguntaba
nunca nada.
No hacía preguntas y no había respuestas.
Nada me unía al suelo. Parecía una
nube. Me miraba
una mano y me extrañaba que aquello fuera mi mano.
Nada me unía
al suelo, nada me unía a mí mismo.
Giraba en el vacío igual que las agujas del
reloj giran
en el vacío. Sin determinación alguna, como una nube,
girando,
girando. Siempre con la misma intensidad,
la misma velocidad, nada me unía al
suelo. Los lugares
carecían de nombre. No hacía preguntas y no había respuestas.
Sentía un miedo atroz a las respuestas. Sencillamente giraba,
como
las agujas del reloj, sin determinación alguna, sin objetivo,
giraba.
(olvido tormenta memoria -fragmento-)
Texto: Antonio Santamaría
Fotografía: Marion Thieme
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