Conservius
Lipara Lucens CONSERVIUS
Sentado en el cuarto de contadores, a
despecho de la melancolía. Paso mis tardes aquí, esas progresiones
interminables del otoño entre el blanquecino óseo del mediodía y el gris ceniza
del ocaso. Aquí sentado, observando el girar armónico de las ruedas. Solo este
lento giro me salva de la tristeza de las horas vacías. Así rotará la tierra,
me digo, con esta lenta y mágica determinación. Cada caja hermética es un
milagro, un universo en miniatura donde los ritmos son marcados por ese astro
central, severo, la imagen misma de un Dios grave que ordena impasible los días
y las noches de sus criaturas. En la morosa progresión de logaritmos se
encuentran las claves de su aritmética vital. Lejos de este núcleo recogido y
silencioso, ajenas al corazón incandescente de los sótanos, desenvuelven su
perezosa existencia las individualidades torpes y groseras que pueblan los
estratos de la casa
(…en el nicho 1º letra A recita sus
poemas un viejo, carcomido esteta, cuya rueda gira mansamente día y noche a
ritmo constante, obsesivo, equilibrado. En el nicho 2º letra C una dama y su
perrito alimentan un idilio silencioso que dura ya dos lustros, con paradas
bruscas en el giro de la rueda que se prolongan durante largas, lánguidas horas
tras las cuales, inflamada nuevamente la pasión, la rotación remonta a velocidad vertiginosa. Más arriba, en el 3º,
donde el misterioso felpudo de la esfinge nos observa con mirada enigmática
bajo el cielo mugriento del desierto, el silencio y la quietud son ya totales.
El olor de las basuras se derrama bajo el montante de la puerta, creciendo día
a día, permitiendo adivinar la presencia de algo muerto en sus despensas. La
rotación pánica y suicida de la rueda del nicho familiar 7º letra D revela la
existencia tumultuosa de la prole, siempre dispuesta al sacrificio electrodoméstico
bajo la salvaje cadencia de los centrifugados…)
aquí, sentado en el cuarto de contadores.
Todos ignoran que en tardes de ceniza como ésta Dios y este diablo de portero
cronometran desde la oscuridad del sótano el minuto a minuto de sus días.
Mecánica Celeste. Y que las paredes húmedas de la cueva están plagadas de
muescas que señalan el tiempo consumido.
La rueda gira, en ocasiones se detiene o
acelera, y el tiempo huye, como los días de este año fugitivo que se escapa, tornándose opaco,
quebradizo, hasta deshacer por fin sus alas bajo la mirada adusta del otoño.
Octubre de ojos somnolientos y velados, tus labios dormidos soplan aventando
estas cenizas.
Fotos: Lipara Lucens
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