Michael Morris; Guia de Lectura del Tractatus Logico-Philosophicus


Lipara Lucens



 Musca Australis

 MICHAEL  MORRIS;   GUÍA DE LECTURA DEL TRACTATUS LOGICO -PHILOSOPHICUS



“Was ist dein Ziel in der Philosophie?  -Der Fliege den Ausweg aus dem Fliegenglas zeigen.”
(¿Cuál es tu objetivo en filosofía? -Mostrarle a la mosca la salida de la botella cazamoscas).

   Ludwig Wittgenstein




            Usted, seguramente, habrá sentido deseo hacia ese libro. Así, como es, habrá querido poseerlo, tenerlo a mano, pasear la vista por sus páginas, apurarlo y al cabo, vivir con él, es decir, conforme a su norma. Tal es el deseo que, con ingenuidad y devoción, acaso haya llegado a confesarse. En ese proceso de apropiación, entre la lectura y la práctica, cabe situar la comprensión: la traducción de los términos y frases a su propio mundo mental, y esto seguramente usted no lo habrá conseguido. Y sin embargo había empezado por asentir a las primeras proposiciones, acaso con demasiada premura, y no sabe en qué momento le asalta el vértigo de lo esencial, que es en realidad como si lo esencial se cerrara ante uno, ante usted, que ya sólo experimenta el callado sobresalto de no entender nada.
            Cierre el Tractatus pero no lo deje muy lejos; no desespere pues la esencial adecuación entre lenguaje y mundo que aquél postula, es asequible incluso para una vacilante capacidad cognitiva como la suya. Abra la Guía de Lectura de Michael Morris, dedíquele una lectura atenta (cosa que no había hecho con el Tractatus pues es como si su texto careciese de espesor y fuese límpido e impenetrable). Subraye, tome notas, vuelva atrás las veces necesarias, descubrirá por ejemplo que la inocencia brutal que le inquietó (y le atrajo) desde el comienzo del Tractatus, era en verdad rigor, y una clase de fidelidad a las palabras y al mundo. Y ahora deténgase y sienta el sobresalto de que cuanto diga puede ser reducido a argumentos y establecida, de forma infalible, su inconsistencia; pero no se deje arrastrar al silencio pues, de cualquier modo, la lógica no dice nada sobre el mundo. También Wittgenstein, después de escribir esto, después de concluir que su libro y el acto de pensarlo y hacerlo eran una total paradoja y un sinsentido, sin que eso constituyese un fracaso sino más bien alguna clase de apertura, se retiró de la Filosofía para enseñar lectura y cuentas en un lugar de la Baja Austria y sólo volvió, al cabo de diez años, para ocuparse de un detalle que quizá había pasado por alto: si el lenguaje completamente analizado que había tratado en su libro era el modelo del mundo ¿a qué se refería, o qué figuraba el lenguaje ordinario?  Asunto para otra vida o al menos para otro libro, y también, con suerte para los aturdidos, para otra guía. M.A

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