PROPENSIÓN A LAS ARCADAS 2






AUTOAYUDA





Musca Australis   SIN TÍTULO

       
 Leemos, fingimos saber qué es un libro y que la lectura no tiene fin. Qué se busca ¿la variedad de la experiencia, el conocimiento de los límites, la certidumbre de lo completo, el alimento, el placer? Cerramos un libro y abrimos otro, como si fueran puertas, como si buscásemos algo que se nos ha perdido en ese o el otro cuarto. Lo que más nos sorprende es que no exista pasaje entre los libros, sí, ya sé, se llama la cultura, la literatura, el autor, el lenguaje, pero todos conocemos ese fondo de pasillo, ese dejar atrás, despedirse hasta otro encuentro cada vez más incierto La ilusión de acumular, de construirse libro a libro una subjetividad tropieza en algún momento con ese residuo que deja la lectura, que no sabemos si está dentro o fuera, si es un fantasma, si el libro se queda, nos espera o ya por siempre nos ha olvidado. Así la lectura del libro es tan ajena a la vigencia inabarcable del texto, cuyo goce es liviano y de enlace en enlace nos lleva por un centro sin bordes, como una imagen expandida de lo que habrídentro del libro, pero éste hace mucho que no existe si es que existió alguna vez, pues ha estallado y sólo hay libros, y eso que contenía ha huido, se ha exiliado en todos ellos. Advertimos ya, al abrir otro libro siguiendo un itinerario que podríamos cartografiar si no fuera inútil, la modestia de la revelación que ansiamos hallar en él. Eso sólo se justificaría si accediésemos a su posesión, o si nos poseyera, con la sola lectura del libro, y comprendemos que en cada libro se habla de eso, de una huida o un destierro que no sabemos si es en verdad el nuestro.
            El libro es ese objeto extraño ante el que resulta anacrónico extasiarse, y la lectura hemos quedado en que alimenta o persigue una epifanía, y el libro la interrumpe. Hemos soñado que se podía seguir leyendo, a lo largo y ancho de una superficie inabarcable, nutritiva, dulce (pero es como ésta, como ésta misma) donde los libros serían sólo esos residuos al fin y al cabo aprovechables, sin otra justificación para nuestra insistencia que la dulzura que cambia sin cesar y que leemos entre líneas, y siempre leemos entre líneas y nos atrapa la dulzura que no tiene espesor, la mera huella de los dedos de un niño, sabrosa como la vida misma.


            Pero el libro se cierra, como sabemos, y entonces no hay pasaje; viene el texto como un cielo que nos cayera encima, y nos plancha, y ahí quedamos. M. A
  L. Lucens






rusu ni suru zo                          voy a salir;
koi shite asobe                            disfrutad el amor
 io no hae                                      moscas de casa

 Issa 



Bibio Marci

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